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sábado, 8 de octubre de 2016

La Feria Artesanal de San Miguel de Porotos

Turismo Cultural
Reportaje



La Feria Artesanal de San Miguel de Porotos

Las más bellas expresiones de nuestra cultura en imágenes de barro


Caballitos y jinetes en el arreo del ganado.


La feria de artesanía de la parroquia San Miguel de Porotos es un evento de gran connotación cultural. Es el legado cañarí-inca que vive entre nosotros

Un domingo como hoy, 18 de septiembre, con cielo abierto y soleado,  el día no iba a ser como cualquier otro. No solo la gran exposición de alfarería heredera de nuestros antepasados nos esperaba, la gastronomía también.

Pues nos esperaba la III Feria de Artesanía Tradicional en el parque central de la parroquia San Miguel de Porotos. Donde las tinajas, ollas, adornos de barro, hechas con las propias alfareras y alfareros de esta parroquia serían exhibidas con todo orgullo por sus creadores. Donde el cuy asado,  el hornado y la guatita iban a ser los platos favoritos de los cientos de asistentes, turistas nacionales e internacionales.


Terminal Antiguo de Azogues
Decidimos  ir en bus desde Azogues. Salimos del terminal antiguo con el bus Javier Loyola pasando las 08:00. Luego de siete minutos de viaje nos quedamos en una de las entradas de la Avenida 24 de Mayo cerca al Colegio Médico Del Cañar, en una parada donde esperamos junto a otras personas a las camionetas que suben por la vía hasta la parroquia San Miguel de Porotos. 

Los minutos pasaban y solo se veía pasar autos repletos de personas, eran  familias enteras que se dirigían a la feria.¡Por fin!, se escuchó decir, cuando vimos que el chofer de una camioneta de la cooperativa de transportes sin pasajeros se detuvo para llevarnos. En el trayecto el paisaje pintaba de verde sembríos y pocas casas que observar. Fue una sorpresa saber que quien manejaba la camioneta era el señor Luis Alonso Galavay de 70 años de edad, hermano de un conocido comerciante de Azogues, y además, llevaba dos tinajas gigantes, una de cien años y otra de ciento cincuenta años de antiguedad. 

Contó que las reliquias habían sido hechas a mano en la comunidad de Jatumpamba, compradas por su madre de 96 años de edad y formaba parte de su herencia. Cuando llegamos al parque central de San Miguel de Porotos las dos tinajas fueron bajadas, una era de color negro y la otra, rojo tierra.

En el ambiente de feria recién comenzaba, mientras las alfareras acomodaban sus ollas, vasijas y otros objetos hechos de barro se escuchaba a través del altavoz, al párroco de la iglesia celebrando la misa.

De pronto apareció en medio de la gente, y con periodistas a su lado, el presidente de la junta parroquial, Nelson Calle respondía las preguntas de la prenda. A tres metros, un jóven preparaba la chicha de jora para ser repartida gratuitamente al publico, era el hijo de Nelson Calle.


Comentó que la parroquia de San Miguel de Porotos está de fiesta, al inaugurar la III Feria de Alfarería a fin de rescatar nuestras costumbres y tradiciones. Para ello desde muy temprano 16 alfareras llegaron a esta feria para exhibir sus cerámicas.



Más visitantes seguían llegando a la feria, en tanto que y alfareros y comerciantes los miraban alegremente atentos a contestar cualquier pregunta acerca de sus productos.
En nuestro recorrido por la feria conocimos a la señora Margarita Fernández quien desgranaba pepas de sambo para poder exhibir los grandes testeros, hechos de barro horneado especialmente para preparar comida de la gastronomia popular, como es la guatita,  tortillas y el ají y otras comidas sabrosas.


Unos metros arriba encontramos a Francisco Inga, antiguo alfarero de 70 años. Como alfarero recuerda que comenzó esta actividad a los veinte años. "Aquellos días, la primera vez que fui a vender mis pequeñas ollas a Cuenca recibí 30 sucres por 40 pequeñas ollas hechas por mi mismo.

Al lado de las ollas exhibía una línea de alfarería diferente, zoomorfa y antropomorfa, es decir ollas y adornos con formas de animales y de personas. Realmente fue algo novedosos. Entonces le pregunté porqué se había inspirado en aquellas formas y me respondió que las creaciones era de su nieta de 19 años. Jenny Tapia.    
Contó que la jóven empezó en la alfarería a la edad de 7 años y continuó solo hasta los 13 años porque quiso concentrarse en sus estudios.
Aun recuerda la primera obra de su nieta, cuando moldeó una ollita con un forma algo extraña que solo Jenny creyó que era muy fea. Sin embargo, un día llegó a la casa una vecina a buscar algunas obras de alfarería y encontró la ollita de la nieta. La vecina se quedó sorprendida por la forma extraña que la atrajo. Pasaban los minutos pero no dejaba de admirar la obra por la forma rara . Entonces de manera sorpresiba la mujer dijo: "me llevo esta ollita rara, está bonita".

La primera en sorprenderse de la decisión de la vecina fue la pequeña Jenny y mucho más aún la mamá porque la vecina compró la ollita pagando dos dólares, que luego utilizaron para cocinar el almuerzo para toda la familia.


Al llegar el medio día el olor al cuy asado se dispersó por todo el lugar, y combinado con el aroma del hornado y no pudimos resisir el deseo de comer y encaminamos hacía los stands de gastronomía. Teníamos que guiarnos por las señales del humo que emanaban de las parrillas que asaban las carnes. Distinguimos que entre la pared de la iglesia y el parque, en una calle angosta, los comensales comían sancocho, otros, fritada, y los demás cuero y cuyes dorados y muy sabrosos. 


En medio del bullicio de las personas, se encontraba cerca de la esquina de la iglesia un puesto con 9 personas vestidas con mandiles blancos que prestaban servicios gratuiros médicos. La doctora Diana Vásquez del Centro de Salud de la parroquia supervisaba las actividades. Las funciones del personal médico dentro de la feria, mediante folletos y explicaciones eran las de fomentar la prevención de enfermedades que a la larga pueden ser peligrosas. La diabetes, la hipertensión son enfermedades muy comunes que la ciuadadanía puede evitar mediante la prevención, explicó la doctora Diana.

 Casi al final de nuestro recorrido llegamos al puesto de una jóven. También exhibían objetos de barro novedosos. Eran figuras de jinetes montando caballos, eran obras de arte de María Rocío Patiño de 26 años.


 Ella se remonta a su infancia cuando a los cinco años jugaba con los caballitos de juguetes, aquellos que para salir corriendo, uno sujeta el palo y luego  monta  para salir corriendo. Ella vende sus productos de alfarería todos los días en la casa de su mamá en Cruzpamba. El proceso de elaboración es largo, por cuanto se necesita que el secado se efectué  bajo sombra, y una hora de asado en el horno para poder sacar a la venta un "Caballito de barro". En un momento determinado no pudo evitar contar que tiene un niño autista de cuatro años de edad, pero que no puede recibir el bono porque su hijo que no puede hablar, no tiene el suficiente porcentaje de discapacidad para recibirlo. También comentó que le pareció una buena idea la organización de la feria, sobre todo que "ahora el público nos está pagando mejor que antes por nuestros trabajos"·, concluyó. 

Antes de irnos decidimos tomarnos para la sed, un refrescante vaso de chicha de jora. Ya no estaba Roberto Calle, el jóven hijo del presidente del GAD, pero en su lugar, tres chicas con sus atuendos típicos, ellas, obsequiaban vasos de chicha a todos los visitantes.

Caminamos lentamente mientras saboreamos la chicha, mirando a la gente que se tomaban fotos, opros, alegres convesaban. Salimos de la pequeña ciudad. Empezamos a salir del centro parroquial recorriendo sus estrechas y bonitas calles, hasta la salida, en donde  se ensancha y convierte en la vía que comunica a la avenida 24 de Mayo la cual nos lleva hasta Azogues.

Curva tras curva, la avenida extensa   baja hasta la Av. 24 de Mayo, y  se extiende como la columna vertebral de un serpiente. Por el camino el paisaje que rodea esta vía de las parroquia de San Miguel de Porotos está escoltada por cientos de árboles de eucalipto que brindan sombra a los techos  atejados  de las viviendas ubicadas a las orillas de la vía. A casi 20 minutos de caminata de bajada hacía la Av. 24 de Mayo llegamos hasta la parada donde encontramos a un bus que nos llevó hasta Azogues.





































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